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  VIDA ES BELLA
  Entrevista con el director
 
Benigni: «"La vida es bella" no es comedia; es imposible hacer reír con el Holocausto»

«No hay nada peor para un cómico que los prejuicios y la censura», dice Roberto Benigni

ROBERTO MONTOYA

Corresponsal

PARIS.- Estar personalmente frente a frente con Roberto Benigni es como encontrarse sumergido en una de sus películas. Es difícil no tener durante toda la entrevista una sonrisa en los labios ante alguien como él, radiante de simpatía, espontaneidad, buen humor, con sus ropas y cabellos tan desaliñados como sus personajes de la pantalla, con su multitud de gesticulaciones, bromas, imitaciones. A sus 47 años, Roberto Benigni ha trabajado ya como actor en 20 películas -la última de ellas en el papel de Detritus en Astérix y Obélix contra César- y ha dirigido otras seis.

Este encuentro se celebró en París con motivo de la presentación de La vida es bella, película que ya tiene 30 galardones en su haber, además de siete candidaturas al Oscar de Hollywood. El filme llegará mañana a las pantallas españolas.

Antes de escribirla, dirigir y protagonizar La vida es bella, hubiera sido difícil pensar que este gran cómico italiano pudiera elegir como escenario para ella el infierno del campo de exterminio de Auschwitz. Cuando uno le pregunta a Benigni cómo se metió en ese terreno tan pantanoso, su primera respuesta fue: «Pues, no me acuerdo».

Al darse cuenta de que su respuesta era propia de uno de sus típicos personajes cómicos, piensa con la mirada en el techo, como buscando un apuntador que le ayude con la respuesta, junta sus manos como para una plegaria y finalmente responde: «Es como cuando un músico siente en su cabeza una cierta melodía, se pone a probar con su instrumento y termina sacando una pieza». «Sí, sí -dice como si reflexionara por primera vez sobre el tema- fue durante una cena con Vincenzo Cerami (con quien compartió el guión), en un momento en el que me dije que tenía que hacerme un desafío, que tenía que probar mi cuerpo, mi condición de clown, ante una situación extrema, y claro, la extrema situación por excelencia, es un campo de exterminio».

Roberto Benigni asegura que, después de haber llegado a esa idea, se sintió obsesionado por ella: «No podía pensar en otra cosa», reconoce.

El cineasta italiano tomó rápidamente conciencia de que una película de esas características, recreada en la Italia fascista, con los protagonistas deportados a campos de exterminio nazis, no era lo mismo que dirigir e interpretar El pequeño diablo (1988), El monstruo (1994) o cualquier otra de sus comedias de éxito asegurado.

«Sí, fue algo muy distinto a cualquiera de las otras películas que había hecho antes, pero sin embargo, desde el primer momento supe que no sería una película sobre el Holocausto; de hecho, el protagonista es como si ni siquiera supiera que era de origen judío».

Añade Benigni: «Decidí que no relataría ningún hecho real ni mostraría escenas violentas, ese es otro estilo, quería hacer una fábula amarga, donde se realzara el amor y el coraje, una película bella; por encima de todas las cosas, bella».

El clown italiano comenta: «En definitiva, con ésta película volví a recurrir a una cosa para mí muy importante, a la ingenuidad, la pureza, la simplicidad de la niñez», contesta.

En la película, Guido Orefice (Benigni) hace uso de toda su imaginación para hacer creer a su hijo, confinado en la misma barraca de Auschwitz que él, que todo es parte de un juego, logrando así preservarlo, ponerlo a salvo del drama del campo y de la muerte que les acecha. «¿Qué mejor que proteger esa pureza del niño de esa trágica realidad, esa realidad que no tendría que ser verdad?», pregunta Roberto Benigni.

«Pero, cuidado», aclara, «siempre tuve claro que La vida es bella no podía ser una comedia, porque es imposible hacer reír sobre el Holocausto, nunca se me hubiera ocurrido intentar divertir con los esqueletos de las víctimas o los hornos».

Protesta pública

 

El gran actor y cineasta reconoce que, a pesar de todo ello, la comunidad judía italiana protestó públicamente cuando supo que estaba haciendo una película ambientada en Auschwitz. «Sí, es cierto, y podían entenderse sus temores, yo odio los prejuicios y la censura, no hay nada más terrible para un cómico, para un actor, que los prejuicios y la censura, pero comprendí la preocupación de cierta gente, me reuní con varios de ellos para intentar transmitirles mi idea, mi mensaje».

Benigni explica que logró incluso que varios de los supervivientes de Auschwitz fueran al plató donde rodaba y aportaran detalles y consejos para reconstruir con más fidelidad aquella realidad. «Creo que después de ver la película la mayoría se dio cuenta de que habían sido infundados sus temores».

Dice que el nombre de su película se le ocurrió a Vincenzo Cerami, el coguionista, y es una frase que dijo Trotsky durante su exilio en México, antes de ser asesinado por encargo de Stalin. «Benigni, ¿usted cree que la vida es bella?», le preguntamos. «Claro, porque no se entiende nunca nada y estamos siempre sorprendiéndonos de algo».


 
 
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